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¿Pena de muerte para asesinos y secuestradores? (página 2)




Enviado por Hermelando Alvíter



Partes: 1, 2

En efecto, no puede haber verdadera democracia, si
no se reconoce la dignidad de
cada persona y no se
respetan sus derechos.

No puede haber siquiera verdadera paz, sino se
defiende y promueve la vida, como recordaba Pablo VI: "Todo
delito contra la
vida es un atentado contra la paz, especialmente si hace mella en
la conducta del
pueblo…, por el contrario, donde los derechos del hombre son
profesados realmente y reconocidos y defendidos
públicamente, la paz se convierte en la atmósfera alegre y
operante de la convivencia social". Evangelium Vitae. No.
101.

Si hemos llegado a los grados de violencia que
imperan en nuestra sociedad, se
debe, precisamente, a que no hemos sabido respetar la vida
humana. Por todos lados encontramos explotación,
marginación, injusticia, esclavitud,
racismo y cosas
semejantes y peores. Nosotros mismos pueda que estemos violando
la dignidad de la vida humana con nuestra conducta hacia nuestros
semejantes. De alguna manera, todos somos culpables de lo que
estamos viviendo. Pero no podemos seguir tesoneramente aplicando
los mismos moldes con los que se ha fraguado la convivencia
actual, debemos de buscar métodos
que miren más a revolucionar el intelecto, el
espíritu, la conciencia del
ser humano, para llegar a una sociedad más justa y
equilibrada.

Esta crítica
social se encuentra muy bien delineada en aquella poesía
del egregio Nicaragüense Rubén Dario, "Los
motivos del lobo".
El lobo malo y feroz se hace bueno
gracias al ejemplo de un hombre de verdad, Francisco de
Asís, pero al encontrarse por doquier con desordenes y
desequilibrios de todo tipo, vuelve a su antigua forma de vida.
¡Cuánta gente puede reflejarse en esta bella
historia! Gente
que tiene grandes aspiraciones, que lucha, que trabaja, que es
fiel y honrada, pero que, los que creía que detentaban la
justicia, la
verdad, la honradez y la fidelidad, terminan
decepcionándola y, en muchos de los casos, toman su
ejemplo y pagan con la misma moneda o peor, como se está
viendo en la actualidad.

Pareciera que asistiéramos, nuevamente, a
aquellas épocas de barbarie en donde esta práctica
era muy común. En la Biblia, por ejemplo, se habla de la
"Ley del
Talión",
ojo por ojo y diente por diente. Sin un
análisis serio, podríamos deducir
que fue una Ley bárbara y estúpida, pero haciendo
un estudio más profundo, era una Ley que impedía
hacer un daño
mayor al que se recibía. Si alguien me propinaba una
patada, yo no podía clavarle una daga al corazón o
matarlo asestándole un garrotazo en la cabeza,
únicamente podía devolverle el mismo daño:
darle una patada en el mismo lugar donde me la puso, por poner un
ejemplo. Si, de un golpe con los nudillos, me tumbaban un diente,
yo sólo podía tumbarle el mismo diente de la misma
forma.

Fue una ley que tuvo su auge y su momento para ir
educando, paulatinamente, a un pueblo bárbaro, para que
llegará a una Ley superior a ésta. Ahora, en pleno
siglo XXI, con los adelantos tecnológicos,
científicos, culturales y sociales, no podemos pretender
aplicar una ley que sirvió para educar a un pueblo
bárbaro y poco letrado.

Esa Ley terminó cuando llegó la sentencia:
"Se dijo a sus antepasados, ojo por ojo y diente por diente,
ahora yo les digo, si alguien te abofetea en la mejilla derecha
ofrécele también la izquierda".
Palabras
más, palabras menos. Llego la Ley en que tenemos que dejar
la barbarie y utilizar más la inteligencia y
la razón para solucionar los problemas.

Los gobiernos se han empecinado con esta idea falsa de
combatir el mal con el mal, generando índices cada vez
mayores de violencia. Mano dura se ha dicho. Más armas, carros
blindados, estrategias,
entrenamientos para los elementos de seguridad y
operativos en distintas regiones del país y del mundo en
contra de la delincuencia
en todas sus facetas. Lo único que han generado es ir
midiendo fuerzas con todos los tipos de delincuentes.

Ha corrido y sigue corriendo mucha sangre en todo el
planeta. Estamos viviendo, como bien lo dijo el Papa Juan Pablo
II en la Encíclica Evangelium Vitae, "La
Cultura de la
Muerte
. En vez de dar marcha atrás se sigue en la
loca carrera proponiendo y, en algunos estados y países,
haciendo vigente la pena de
muerte. Se sigue invirtiendo más en la
elaboración de armas de destrucción masiva que en
educación.
Los adelantos tecnológicos y científicos, han
provocado, de alguna manera, un retroceso o rezago en la evolución espiritual e intelectual del ser
humano.

El hombre es hombre porque razona bien las cosas y tiene
libertad y,
por esa libertad, tiene que hacerse responsable de sus actos. Si
ya hemos logrado adelantos en el campo científico y
tecnológico, podríamos invertir más en
incentivar, en todos los ámbitos, una evolución de
tipo espiritual e intelectual. Tenemos que trabajar en
revolucionar las conciencias, el intelecto y el talento que
todos, de alguna manera u otra, tenemos.

No sé para qué se promulgó una
Constitución Política si, de todos
modos, cada vez que quieren nuestra autoridades proponer algo
nuevo en contra de la misma, lo único que hacen es
cambiar, arbitrariamente, el artículo que se los impide.
Ahora quieren cambiar el artículo 22 Constitucional, donde
se declara que en nuestro País quedan prohibidas las penas
de muerte. No
puede ser que en México
sean así las cosas. La Constitución se cambia al
antojo del gobierno en
turno. Se quitan y se ponen candados según se
necesite.

El problema está en la acción
que hagamos, pues, dependiendo de ésta, será la
reacción que obtengamos. Tenemos que hacer las cosas con
mucho tiento para no ser extremistas; todo tiene sus lados
flacos; su vulnerabilidad. Tanto si somos demasiado flexibles en
cuanto a aplicar las leyes como si
somos excesivamente crueles y arbitrarios.

En el caso de los asesinos, los secuestradores y
demás delincuentes, no es el camino correcto la pena de
muerte. Sé que los que han sufrido secuestros en su
persona o en la de sus familiares y, también, las personas
que perdieron un familiar a manos de delincuentes y asesinos, se
encuentran demasiado dolidas y, subjetivamente, la mayoría
de ellos, aceptarían con gana que ejecutaran a sus
detractores. Las decisiones son viscerales o subjetivas cuando se
toman con base en nuestros sentimientos, pero no solo debe de
acudir lo que uno siente para decidir en asuntos de dicha
naturaleza,
también tenemos que racionalizar para pensar bien lo que
vamos a hacer y, esto, se llama ser más objetivo. Y la
razón apela la falsedad de lo equivocada que está
la propuesta de la pena de muerte.

¿Qué pasará si del que sufre la
pena letal se llega a descubrir su inocencia? ¿Acaso
tendríamos que ejecutar a todos los que propusieron y
votaron la pena de muerte? ¿Cómo íbamos a
reivindicar lo que se ha hecho?

Lo escrito no es solo un llamado a los que han propuesto
la pena de muerte, sino, también, a todos aquellos que de
una manera u otra atentan contra la vida y la dignidad de la
persona humana. Dejen la loca carrera de afrontar el mal con el
mal y piensen mejor las cosas antes de hacerlas o proponerlas. No
sigan derramando más sangre en aras de una paz
utópica por el camino que llevan.

Hago un llamado a todos los líderes religiosos,
políticos, sociales, escolares y a todos los movimientos y
asociaciones, para que se sienten a dialogar para llegar, en
unidad, a una verdadera propuesta que mire a ir erradicando, poco
a poco, los males que aquejan nuestra sociedad. Espero que estas
reflexiones hagan eco y mucho ruido en la
conciencia de las personas que las revisen, para que surjan
nuevas propuestas y vaya enriqueciéndose la
polémica. No todo está dicho, solo he escrito lo
que he pensado y creo que es correcto, de acuerdo con la
razón y la lógica.

Este tema debe de seguirse discutiendo en todos los
foros, las escuelas, universidades y la gente de la
calle.

 

 

 

Por

Hermelando Alvíter
Martínez

Partes: 1, 2
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